Wednesday, September 10, 2008

Lilah flor silvestre


Lilah nació ahí en la escarpada montaña Afgana, como flor silvestre, sin manos que la regaran o cultivaran. Entre la maleza de un país donde nacer mujer presenta una pesada carga para sus progenitores, la sociedad y finalmente para ellas mismas. Al igual que sus compañeras del poblado solo alcanzó el cuarto grado de escuela. No era necesario que una mujer fuera a la escuela, más bien debería dedicarse a aprender tareas domesticas para poder agradar a su futuro esposo. Al cumplir los dieciséis años los padres del joven entregaron una dote que consistía en tres cabras preñadas y cuatro kilos de especias surtidas para pagar por el matrimonio. El hijo de un soldado que pasaba rumbo a Kabul se topó con sus felinos ojos oliva y jamás pudo desprenderse de esa mirada. Por cierto, fue él el último que pudo contemplarlos al desnudo porque después del casamiento su presencia en público estaba disfrazada bajo un chadri que la cubría de pie a cabeza.
Más de cinco años habían pasado sin que se supiera noticia del paradero de su marido, que había ido a la guerra contra una facción rebelde del norte en la revuelta contra el último rey Muhammed Zâhir Shah. En efecto, ninguno de sus compañeros de guerrilla regresó. Los familiares de su esposo, con el pretexto de que no podían encargarse de su manutención, la habían devuelto a la casa de sus padres. Los hombres del lugar, intimidados por su situación , ni siquiera consideraban dirigirle la palabra. Las leyes tradicionales son muy estrictas en lo que respecta a conceder la libertad a una mujer casada y, una y otra vez, los jueces, exigiendo evidencia de la muerte de su esposo, se oponían a decidir sobre su estatus. Lilah afrontaba su suerte de viuda, mujer que no es bien recibida ni por su propia familia, ni la de su fenecido esposo.


Al regresar, a insistencias de su madre, su padre solo concedió darle alojamiento en una especie de cabaña que un tiempo había servido de pesebre en la periferia de su propiedad. Tras la chozuela cruzaba un camino de cabras que llegaba al río. Una vez en la rivera, río arriba o río abajo se podía llegar hasta cualquier poblado que las piernas permitieran. Por supuesto, río arriba, pasando bajo el puente estaba Logar, lugar predilecto para la vida más urbana y sobre todo el mercado, centro de la vida del pueblo.


Atrapar las truchas que se arremolinaban bajo el puente, se había convertido en su quehacer, práctica que a la vez ponía comida en su flaca mesa. Aquel día Lilah llego, como de costumbre, a apostarse bajo el puente. Las aguas corrían claras a excepción de los tramos en que se enredaban entre las piedras donde se formaban unos fugaces espumarajos de corta duración.

5 comments:

Boje said...

Precioso! Dua, no tengo idea donde vas con esto pero esta muy bonito. No has pensado escribir un libro algun dia? o es este que a penas comienzas.

Sonia Noemí said...

Muy bueno,si quieres publicarlo,Jimmy conoce alguien que puede ayudarte.

Dewar said...

Morales Cades el de Lares? ji, ji.

Sonia Noemí said...

Como Olvidarlo.

Dewar said...

Esto es divertido!