Lilah tumbó despacio el carretón. El cuerpo tembloroso calló al suelo emitiendo un gemido de dolor. Otra vez hundió sus manos bajos las axilas para arrastrarlo al interior de su morada. Lo montó en el catre, que hasta ahora había sido su lecho. Se alargó una palangana con agua limpia y cortándole las ropas, comenzó a lavarle las heridas. Aunque eran muchas, una vez limpias, en su mayoría no parecían de gravedad. Le preocupó el golpe que exhibía en la frente por donde aun sangraba. Pasó un hilo de pescar sobre el vapor de agua caliente, lo enredo en una aguja y así, como había cocido en algún momento una cabra despeñada, le coció la herida. Mordió un pedazo de tela y tiró hasta desgarrarlo. Lo impregnó con resina de pino y cenizas de madera y lo colocó sobre la herida para ayudar a contener el flujo y evitar el tétano. Usó otra tira más larga como sostén y rodeándole el cráneo se la amarró sobre la oreja izquierda. Notó su rodilla izquierda desencajada. Se hizo de un par de leños de álamo. Con una maniobra que sería una gota más en un mar de dolor, acomodó el hueso en su lugar. Adaptó los leños uno a cada lado y los amarró para inmovilizar la rodilla. Cuando hubo terminado lo arropó con una colcha de algodón y se postró en el suelo a unos pasos.
Alá tu eres el más grande. No hay más dios que Alá y Muhammad es tu profeta.
Mis culpas son como montañas y mis virtudes como polvo.
Imploro tu perdón. Solo tú puedes cubrir mis faltas.
Tu que das la vida y causas la muerte.
Muestra tus misericordias por medio de tu siervo Muhammad.
Después del rezo, exhausta, se quedó dormida allí en el suelo. Esa noche soñó que su marido le llamaba desde el camino. Cabalgando en un caballo similar al que montaba cuando por primera vez se vieron. Ella corría con ardor a su encuentro, regocijada por su regreso. Al acercarse se topaba con un cuerpo lleno de heridas y entonces las siluetas, caballo y hombre, se hacían intangibles como fantasmas y se elevaban perdiéndose en la oscuridad.
A la mañana siguiente, se levantó temprano para examinar al herido. El sangrado se había detenido, pero el cuerpo ardía en fiebre.
- Emir – le llamó sin que el soldado respondiera.
De prisa ajusto sus vestidos y salió por la puerta hacia el camino. Bajó por la vereda opuesta al río y volteó luego por el camino viejo que lleva a la ciudad. Llegado al caserío se desplazó pegada de las paredes como evitando ofender con su ligero paso. Al llegar al pórtico de la mezquita se ñangotó en cuclillas y estirando su mano repitió estos versos:
Que me importan los tulipanes silvestres
que me importa que el invierno se convierta en primavera
si paso mis noches llorando y mis días en lamento
extrañando a mi amado que la guerra me ha quitado…
Al cabo de unas horas habiendo recogido algunas monedas se dirigió de prisa al mercado. Visitó el puesto de hierbas y ordenó unas ramitas de menta. Para las píldoras de acetominofen debió recurrir a la piedad del tendero que le perdonó la diferencia porque las monedas ya eran escasas.
10 comments:
Mano fuera de liga yo te ayudo a publicarlo.Me quito el sombrero de donde sacas las ideas ? Como las hirbanas?
te estas me tiendo en aguas profundas tendras que leer el Coran y todos esos avechuchos de talibanes para que puedas sacar viva a lilah de esta, antes que la apedreen.La quiero viva pues me imagino la vida de miseria que ha llevado.Habra redencion para ella?
Quien sabe...porque le esperan momentos dificiles... para adelantar el relato no es apto para niños. Probablemente deba enviarlo por e-mail a quienes interesen.
Brutal...
yo quiero rz.miguel@gmail.com
Excelente descripción.
Ese libro luego pueden llevarlo al cine y sabrá Dios.....
Cuado terminies de escribir tu relato ya seras un almuecin.
En una ocasión, salió en la revista Time, que un muchacho se dedicaba a escribir guiones y se los vendia a Hollywood. Era de los millonarios más jovenes en ese momento.
Almuecín ji,ji...
La mayor satisfacción es saber que a alguien le puede gustar el relato.
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