El Oficial de la Guardia Nacional

De este trabajo es la parte que menos me gusta. Esta mujer, después de un poco retraerse se me abalanzó, alcanzándome buscó mi frente con sus labios y la llenó de besos en tanto que apretaba mis mejillas entre sus manos. Entonces me apretaba fuerte repitiendo una y otra vez Che Juan, Che Juan. Como en transe me decía:
-Sabía que volverías, lo sabía. Sabía que eras tú. Ven súbete que te preparo un cafecito con pan. Mira que aguacates. Los trajo tu pai’ de la tala. Del palo grande que los echa como bombillas. No los habías visto. El palo todavía no había pariu’ cuando te fuiste.

Se metió a la cocina. Aproveché para comprobar si había alguien más en la casa, pero no encontré. Preparó el café y de vuelta lo colocó sobre la mesa con unas rebanadas de pan y aguacate. Se volvió a voltear. Me abrazó de nuevo y repitiendo como absorta “Lo sabía, lo sabía” casi se desmaya en mis brazos. La senté. Señora; volví a explicarle, pero parecía catatónica. Visto que ya no me hablaba más, ni respondía a mis palabras le alargue los obsequios y salí disparado. Te digo que, podría volver al frente de guerra, ahí dentro de la trinchera escuchando el zumbido de las balas. Creo que me he sentido más cómodo, en cambio frente a ella se me partía el alma; porque le explicaba el motivo de mi visita y parecía no escucharme. Regresaré cuando ella y yo estemos mejor.