Afganistán

El río Logar nace en las escarpadas montañas de Sanglak y se va nutriendo de los afluentes que provienen de los montes de Karwar hasta unirse unas millas después al río Kabul. El fértil valle de Logar es de aproximadamente 40 millas de largo por 12 millas de ancho. Por su localización cerca de la vecindad de la capital Afgana, el lugar fue escogido por la Comunidad Internacional para establecer el campamento de la Cruz Roja.

Esta vez la misión era humanitaria. Escoltar los vehículos cargados de provisiones para los voluntarios y las victimas de la guerrilla. Ya era hora que saliéramos del campamento me estaba comenzando a aburrir. Kabul nos parecía algo exótico, mucha gente vestida con esos turbantes, siempre con barba sin arreglar. Las mujeres todas cubiertas. Algunas de pie a cabeza, que no se le veían ni los ojos. Miraban por una mallita. Bromeábamos sobre la tristeza de aquellos hombres al momento del casamiento, sin poder examinar el material, llegar al lecho de amor y encontrarse sabe Dios con que espantajo y después sin poder devolverla porque la ley no lo permitía. En eso – pensábamos- acá le llevábamos ventaja. Aunque todavía se encuentran algunos creen en el dicho de que - si regalas la leche nunca te van a comprar la vaca.

Normalmente no nos permitían salir a la ciudad. Ese día, en cambio, el Sargento nos trajo un anuncio. Se necesitaban voluntarios para una escolta de provisiones al campamento en Logar. Mi oportunidad para estirar las piernas - dije. Llame a David que le decían “El Loco” de Aguadilla, - bien buena gente.

- Esta nuestra oportunidad para salir de esta ratonera. ¿Te animas? Si tu vas me voy - no se iba a animar; de balde le decían “El loco”.

Íbamos en el camión del frente David y yo, seguido otro camión del ejercito. Al centro dos camiones con provisiones, medicamentos comida enlatada, ropa y otras cosas claramente rotulados con el emblema de la Cruz Roja. En uno de estos venían dos jóvenes italianos para quienes noté la experiencia les parecía un campamento de “boys scouts”. Reían ante cualquier frivolidad, fotografiando a diestra y siniestra. Ya me habían pedido les tomara una foto frente al campamento antes de salir. Quizá era la mejor actitud para superar los días. En la retaguardia otros dos camiones del ejercito conducidos por voluntarios de otro pelotón. Unos gringos que habían aprendido español sirviendo por tres años en Los Cuerpos de Paz en El Salvador.

La mañana estaba esplendida, de frente las montañas con sus copas cubiertas de nieve que poco a poco iban dejando escurrir el agua hacia el valle. Dada la orden salimos en caravana hacia Logar. Subimos a la carretera que bordea Kabul hacia el desierto. Aquí el paisaje se vuelve monótono con montículos de tierra, sedienta de agua, barrida por la constante brisa. A la orilla del camino percibimos algunos paisanos con burros y carretas sumidos en una travesía, diría yo, hacia ninguna parte.

A eso del mediodía comenzamos a notar el verdor del valle y el polvorín de la carretera comenzó a disiparse. Justo al frente estaba el puente que cuza el río que lleva el nombre igual al valle, El Logar. Cruzamos sin más ni más solo percatándonos al llegar al otro extremo que nos habíamos separado del "convoy". Los demás camiones se habían quedado en el otro extremo. David se bajó para comprobar lo que yo parecía temer. El camión en que viajaban los jóvenes se había detenido justo antes del puente y ahora posaban en la entrada; su cámara en automático le disparaba una foto desde el bonete del camión. M!@#$%& sea, escuché gritar a David al tiempo que agarraba su radio y les gritaba toda clase de improperios. Visto que no se daban por enterados salió disparado hacia donde estaban gritándole a voz en cuello: - ¿Acaso están locos? ¡No pueden hacer eso! ¿Quieren que muramos todos aquí? ¡Italianos de mierda! ¡Esto no es un pasadía!!!