Friday, November 14, 2008

El arresto...(ya falta poco)

En verano, a media mañana, las mujeres atraídas como moscas, se apostan en las piedras de la orilla para lavar la ropa. Lilah bajó por la vereda con su carga para unírseles. Las claras aguas aun se palpan frías y el melódico canto de las mujeres viaja por los aires. Envuelta en su propio tararear estaba cuando sintió su cabeza liviana y unas nauseas despuntarle en el estomago. Se detuvo, pasó un poco de agua fría por la frente y aguardó. Miró el camino como comprobando la distancia hasta el refugio. Finalmente rogó en silencio le pasara el achaque. Solo segundos más y una arqueada le asoma el vomito a la boca. Sin poder contenerse devolvió espumarajos repitiendo el ahuecado sonido que siempre precede al arrojo. Dos mujeres, las más próximas, se acercaron a asistirla.

- ¿Estás bien?
- No es nada - alejándose de la orilla y tratando de componerse.
- ¡Pero si estas pálida! ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?
- Debió haber sido el agua. Creo que tomé agua del río.

Dicho esto Lilah se desplomó en un desmayo. Las mujeres se acercaron de prisa removiendo la burca para airearla. Al pasarle la mano por el vientre la primera mira a la otra con asombro.

- ¡Creo que ya encontré la causa!

La otra la palpa para comprobar.

- ¡Pero si está preñada!

Recuperándose de la caída de glucosa se encontró con la mirada inquisitoria de las dos mujeres que ahora se le alejan como quien evita contraer la peste o algo así.

Cuando llegaron los tres hombres, Lilah estaba acomodando brasas para la trucha remojada en aceite de oliva, limón y hojitas de romero. Uno de ellos atravesó la puerta haciéndole estallar de pavor. Sin decir palabra, la tomó del brazo y procedió a sacarla afuera donde tras otros dos, también armados, aguardaban las dos mujeres del río.

- ¿Es ella?
- ¡Sí! - contestaron casi a coro.

El hombre que la sostenía del brazo levanto la burca mostrando a los otros dos su estado.

- ¿Donde está tu marido? – pregunto el más anciano.
- El no está – bajando a tierra la mirada.
- ¿Dónde está? – el anciano, cambiando la mirada entre ella y las mujeres.
- Hace mucho tiempo se fue a la guerra y no ha regresado –contestan las mujeres.
- ¿De quien es el niño que cargas?
- ¡Déjenme explicarles…tengo una concesión de divorcio!
- ¿De tu marido? Y entonces… ¿De quien es la criatura? ¿Estás casada?
- ¡Tienen que entender!!! ¡He vivido desamparada por muchos años!
- ¡Debe venir con nosotros! – el primer hombre volvió a empuñarle el brazo para subirla a la camioneta.
- ¡No soy una mula! ¿Por qué me tratan como a un criminal? – resistiéndose a subir.
- ¡Debemos hacer justicia!
- ¿Hacer justicia? ¿Desean hacer justicia?
- ¡Es nuestra labor!
- ¿Su labor? ¡Entonces díganme! ¿Por qué no les he visto cuando escasea la leña en las noches de crudo invierno? ¿Por qué no han venido a hacer justicia cuando los chacales rodean la manada para diezmar sus crías? ¡Díganme! ¿Por dónde andan cuando los cólicos del mes se aparecen de madrugada haciéndote mover a rastras para valerte? No les he visto. Tampoco les he visto cuando las fiebres se alzan y hay que abandonar el tibio lecho para buscar remedio so pena de marchitarte ó al tener que bajar al barranco a sacar la cabra descarriada, tras las lluvias de otoño, cuando Afganistán es un lodazal. Y todas las tardes cuando el sol se pone, y se ponen con él las esperanzas y las ganas de vivir y hay que morderse los labios y abofetear la imaginación para resistir. ¡Ustedes hacen justicia! ¿Entonces que ha pasado? ¿Dónde han estado todo este tiempo?

El segundo hombre, en silencio, se unió al primero y, entre ambos, le levantaron en peso arrojándola a la cajuela. Uno de ellos, el más joven, subió y se sentó al otro extremo frente a ella apuntándole con su rifle. El chofer y el otro se montaron despachando a las mujeres quienes ahora lucían en el rostro el agrio sabor de la ingratitud.

- ¡Quiero ver a mis padres!
- Me temo que por ahora no será posible. Pero pierde cuidado, también serán arrestarlos. Podrás verlos entonces.
- ¡Noooo!!!

La camioneta se alejó dejando una estela de polvo en el camino. Se alzaron en su memoria las historias de las múltiples ejecuciones. Hombres y mujeres que, tras la sentencia, nunca regresaron dejando tras ellos una estela de huérfanos, viudas y viudos.

Entrados a la carretera, enderezó el cuerpo. Se despojó de la burca arrojándola al camino y se secó las lágrimas. Quería sentir el sol y el viento de Afganistán sobre su rostro desnudo. Ya no tenía porque ocultarse. Jugó contra el qadar y había perdido. Respiró profundo sintiendo la satisfacción de haberlo intentado sin importar el precio. Pensó que de repetir su vida lo intentaría de nuevo. Alzó la vista y contemplo las azulosas montañas frente a limpios cúmulos de blanco gris. Más acá vio volar las cigüeñas en formación regresando a sus refugios. Evocó los eventos desde el momento en que escuchó el cuerpo caer al agua. La osadía de robarse un sujeto y asilarlo en su casa desafiando la costumbre, las normas establecidas y hasta la muerte misma. Las heridas, sus fiebres, la restauración. Recordó sus cuentos sobre una isla multiverde rodeada de un mar esmeralda en el que hombres y mujeres zambullen sus semidesnudos cuerpos sin rubor. Y el mar como lo había descrito; ese monstruo manso que te permite jugar con él, que te abraza y que te suelta, pero que en sus dominios, el menor descuido podría ser fatal.

El joven hizo un ademán para contenerla pero, al tropezar con su rostro descubierto y su pelo al viento, quedo aturdido. Desde entonces bajó el rifle y comenzó a apuntarle con una persistente mirada decolorándosele en ese instante, el valor de toda aquella casería. Llegó a concebir que solo por mirarle, también él estaría dispuesto a infringir todas las leyes del universo juntas y que recibir un balazo en el pecho sería una mera picada de mosca.

3 comments:

Sonia Noemí said...

Dua cuando lo termines me gustaría que me dieras una copia para volverlo a leer de corrido está bien bueno.

Mariana said...

Si fuera posible yo tambien quiero una copia

Felin said...

Yo quiero una copia encuadernada
para la Biblioteca....