Sunday, November 23, 2008
Monday, November 17, 2008
Fiesta de Navidad Laboratorios
Fiesta de Navidad
Empleados, amigos y familia de Laboratorios Escorial, Encantada, Colobos y El Morro
Sábado 6 de diciembre de 2008
6:00 pm
Casa Club
Ciudad Jardín
Canóvanas PR
787-256-4646
Vestimenta: Jíbara
*Plena Amistad - Porción de la canción de José Nogueras
Empleados, amigos y familia de Laboratorios Escorial, Encantada, Colobos y El Morro
Sábado 6 de diciembre de 2008
6:00 pm
Casa Club
Ciudad Jardín
Canóvanas PR
787-256-4646
Vestimenta: Jíbara
*Plena Amistad - Porción de la canción de José Nogueras
Sunday, November 16, 2008
Friday, November 14, 2008
El arresto...(ya falta poco)
En verano, a media mañana, las mujeres atraídas como moscas, se apostan en las piedras de la orilla para lavar la ropa. Lilah bajó por la vereda con su carga para unírseles. Las claras aguas aun se palpan frías y el melódico canto de las mujeres viaja por los aires. Envuelta en su propio tararear estaba cuando sintió su cabeza liviana y unas nauseas despuntarle en el estomago. Se detuvo, pasó un poco de agua fría por la frente y aguardó. Miró el camino como comprobando la distancia hasta el refugio. Finalmente rogó en silencio le pasara el achaque. Solo segundos más y una arqueada le asoma el vomito a la boca. Sin poder contenerse devolvió espumarajos repitiendo el ahuecado sonido que siempre precede al arrojo. Dos mujeres, las más próximas, se acercaron a asistirla.
- ¿Estás bien?
- No es nada - alejándose de la orilla y tratando de componerse.
- ¡Pero si estas pálida! ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?
- Debió haber sido el agua. Creo que tomé agua del río.
Dicho esto Lilah se desplomó en un desmayo. Las mujeres se acercaron de prisa removiendo la burca para airearla. Al pasarle la mano por el vientre la primera mira a la otra con asombro.
- ¡Creo que ya encontré la causa!
La otra la palpa para comprobar.
- ¡Pero si está preñada!
Recuperándose de la caída de glucosa se encontró con la mirada inquisitoria de las dos mujeres que ahora se le alejan como quien evita contraer la peste o algo así.
Cuando llegaron los tres hombres, Lilah estaba acomodando brasas para la trucha remojada en aceite de oliva, limón y hojitas de romero. Uno de ellos atravesó la puerta haciéndole estallar de pavor. Sin decir palabra, la tomó del brazo y procedió a sacarla afuera donde tras otros dos, también armados, aguardaban las dos mujeres del río.
- ¿Es ella?
- ¡Sí! - contestaron casi a coro.
El hombre que la sostenía del brazo levanto la burca mostrando a los otros dos su estado.
- ¿Donde está tu marido? – pregunto el más anciano.
- El no está – bajando a tierra la mirada.
- ¿Dónde está? – el anciano, cambiando la mirada entre ella y las mujeres.
- Hace mucho tiempo se fue a la guerra y no ha regresado –contestan las mujeres.
- ¿De quien es el niño que cargas?
- ¡Déjenme explicarles…tengo una concesión de divorcio!
- ¿De tu marido? Y entonces… ¿De quien es la criatura? ¿Estás casada?
- ¡Tienen que entender!!! ¡He vivido desamparada por muchos años!
- ¡Debe venir con nosotros! – el primer hombre volvió a empuñarle el brazo para subirla a la camioneta.
- ¡No soy una mula! ¿Por qué me tratan como a un criminal? – resistiéndose a subir.
- ¡Debemos hacer justicia!
- ¿Hacer justicia? ¿Desean hacer justicia?
- ¡Es nuestra labor!
- ¿Su labor? ¡Entonces díganme! ¿Por qué no les he visto cuando escasea la leña en las noches de crudo invierno? ¿Por qué no han venido a hacer justicia cuando los chacales rodean la manada para diezmar sus crías? ¡Díganme! ¿Por dónde andan cuando los cólicos del mes se aparecen de madrugada haciéndote mover a rastras para valerte? No les he visto. Tampoco les he visto cuando las fiebres se alzan y hay que abandonar el tibio lecho para buscar remedio so pena de marchitarte ó al tener que bajar al barranco a sacar la cabra descarriada, tras las lluvias de otoño, cuando Afganistán es un lodazal. Y todas las tardes cuando el sol se pone, y se ponen con él las esperanzas y las ganas de vivir y hay que morderse los labios y abofetear la imaginación para resistir. ¡Ustedes hacen justicia! ¿Entonces que ha pasado? ¿Dónde han estado todo este tiempo?
El segundo hombre, en silencio, se unió al primero y, entre ambos, le levantaron en peso arrojándola a la cajuela. Uno de ellos, el más joven, subió y se sentó al otro extremo frente a ella apuntándole con su rifle. El chofer y el otro se montaron despachando a las mujeres quienes ahora lucían en el rostro el agrio sabor de la ingratitud.
- ¡Quiero ver a mis padres!
- Me temo que por ahora no será posible. Pero pierde cuidado, también serán arrestarlos. Podrás verlos entonces.
- ¡Noooo!!!
La camioneta se alejó dejando una estela de polvo en el camino. Se alzaron en su memoria las historias de las múltiples ejecuciones. Hombres y mujeres que, tras la sentencia, nunca regresaron dejando tras ellos una estela de huérfanos, viudas y viudos.
Entrados a la carretera, enderezó el cuerpo. Se despojó de la burca arrojándola al camino y se secó las lágrimas. Quería sentir el sol y el viento de Afganistán sobre su rostro desnudo. Ya no tenía porque ocultarse. Jugó contra el qadar y había perdido. Respiró profundo sintiendo la satisfacción de haberlo intentado sin importar el precio. Pensó que de repetir su vida lo intentaría de nuevo. Alzó la vista y contemplo las azulosas montañas frente a limpios cúmulos de blanco gris. Más acá vio volar las cigüeñas en formación regresando a sus refugios. Evocó los eventos desde el momento en que escuchó el cuerpo caer al agua. La osadía de robarse un sujeto y asilarlo en su casa desafiando la costumbre, las normas establecidas y hasta la muerte misma. Las heridas, sus fiebres, la restauración. Recordó sus cuentos sobre una isla multiverde rodeada de un mar esmeralda en el que hombres y mujeres zambullen sus semidesnudos cuerpos sin rubor. Y el mar como lo había descrito; ese monstruo manso que te permite jugar con él, que te abraza y que te suelta, pero que en sus dominios, el menor descuido podría ser fatal.
El joven hizo un ademán para contenerla pero, al tropezar con su rostro descubierto y su pelo al viento, quedo aturdido. Desde entonces bajó el rifle y comenzó a apuntarle con una persistente mirada decolorándosele en ese instante, el valor de toda aquella casería. Llegó a concebir que solo por mirarle, también él estaría dispuesto a infringir todas las leyes del universo juntas y que recibir un balazo en el pecho sería una mera picada de mosca.
- ¿Estás bien?
- No es nada - alejándose de la orilla y tratando de componerse.
- ¡Pero si estas pálida! ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?
- Debió haber sido el agua. Creo que tomé agua del río.
Dicho esto Lilah se desplomó en un desmayo. Las mujeres se acercaron de prisa removiendo la burca para airearla. Al pasarle la mano por el vientre la primera mira a la otra con asombro.
- ¡Creo que ya encontré la causa!
La otra la palpa para comprobar.
- ¡Pero si está preñada!
Recuperándose de la caída de glucosa se encontró con la mirada inquisitoria de las dos mujeres que ahora se le alejan como quien evita contraer la peste o algo así.
Cuando llegaron los tres hombres, Lilah estaba acomodando brasas para la trucha remojada en aceite de oliva, limón y hojitas de romero. Uno de ellos atravesó la puerta haciéndole estallar de pavor. Sin decir palabra, la tomó del brazo y procedió a sacarla afuera donde tras otros dos, también armados, aguardaban las dos mujeres del río.
- ¿Es ella?
- ¡Sí! - contestaron casi a coro.
El hombre que la sostenía del brazo levanto la burca mostrando a los otros dos su estado.
- ¿Donde está tu marido? – pregunto el más anciano.
- El no está – bajando a tierra la mirada.
- ¿Dónde está? – el anciano, cambiando la mirada entre ella y las mujeres.
- Hace mucho tiempo se fue a la guerra y no ha regresado –contestan las mujeres.
- ¿De quien es el niño que cargas?
- ¡Déjenme explicarles…tengo una concesión de divorcio!
- ¿De tu marido? Y entonces… ¿De quien es la criatura? ¿Estás casada?
- ¡Tienen que entender!!! ¡He vivido desamparada por muchos años!
- ¡Debe venir con nosotros! – el primer hombre volvió a empuñarle el brazo para subirla a la camioneta.
- ¡No soy una mula! ¿Por qué me tratan como a un criminal? – resistiéndose a subir.
- ¡Debemos hacer justicia!
- ¿Hacer justicia? ¿Desean hacer justicia?
- ¡Es nuestra labor!
- ¿Su labor? ¡Entonces díganme! ¿Por qué no les he visto cuando escasea la leña en las noches de crudo invierno? ¿Por qué no han venido a hacer justicia cuando los chacales rodean la manada para diezmar sus crías? ¡Díganme! ¿Por dónde andan cuando los cólicos del mes se aparecen de madrugada haciéndote mover a rastras para valerte? No les he visto. Tampoco les he visto cuando las fiebres se alzan y hay que abandonar el tibio lecho para buscar remedio so pena de marchitarte ó al tener que bajar al barranco a sacar la cabra descarriada, tras las lluvias de otoño, cuando Afganistán es un lodazal. Y todas las tardes cuando el sol se pone, y se ponen con él las esperanzas y las ganas de vivir y hay que morderse los labios y abofetear la imaginación para resistir. ¡Ustedes hacen justicia! ¿Entonces que ha pasado? ¿Dónde han estado todo este tiempo?
El segundo hombre, en silencio, se unió al primero y, entre ambos, le levantaron en peso arrojándola a la cajuela. Uno de ellos, el más joven, subió y se sentó al otro extremo frente a ella apuntándole con su rifle. El chofer y el otro se montaron despachando a las mujeres quienes ahora lucían en el rostro el agrio sabor de la ingratitud.
- ¡Quiero ver a mis padres!
- Me temo que por ahora no será posible. Pero pierde cuidado, también serán arrestarlos. Podrás verlos entonces.
- ¡Noooo!!!
La camioneta se alejó dejando una estela de polvo en el camino. Se alzaron en su memoria las historias de las múltiples ejecuciones. Hombres y mujeres que, tras la sentencia, nunca regresaron dejando tras ellos una estela de huérfanos, viudas y viudos.
Entrados a la carretera, enderezó el cuerpo. Se despojó de la burca arrojándola al camino y se secó las lágrimas. Quería sentir el sol y el viento de Afganistán sobre su rostro desnudo. Ya no tenía porque ocultarse. Jugó contra el qadar y había perdido. Respiró profundo sintiendo la satisfacción de haberlo intentado sin importar el precio. Pensó que de repetir su vida lo intentaría de nuevo. Alzó la vista y contemplo las azulosas montañas frente a limpios cúmulos de blanco gris. Más acá vio volar las cigüeñas en formación regresando a sus refugios. Evocó los eventos desde el momento en que escuchó el cuerpo caer al agua. La osadía de robarse un sujeto y asilarlo en su casa desafiando la costumbre, las normas establecidas y hasta la muerte misma. Las heridas, sus fiebres, la restauración. Recordó sus cuentos sobre una isla multiverde rodeada de un mar esmeralda en el que hombres y mujeres zambullen sus semidesnudos cuerpos sin rubor. Y el mar como lo había descrito; ese monstruo manso que te permite jugar con él, que te abraza y que te suelta, pero que en sus dominios, el menor descuido podría ser fatal.
El joven hizo un ademán para contenerla pero, al tropezar con su rostro descubierto y su pelo al viento, quedo aturdido. Desde entonces bajó el rifle y comenzó a apuntarle con una persistente mirada decolorándosele en ese instante, el valor de toda aquella casería. Llegó a concebir que solo por mirarle, también él estaría dispuesto a infringir todas las leyes del universo juntas y que recibir un balazo en el pecho sería una mera picada de mosca.
Thursday, November 13, 2008
Wednesday, November 12, 2008
Sunday, November 9, 2008
Para probar
Maria se había levantado muy temprano, era aun de noche pero algo no la dejaba dormir así que decidió que era mejor levantarse de una vez. Fue a la cocina y se preparo un café era la mejor forma de entrar en calor y sacudirse el alma . así con su café en la mano se le fue el pensamiento a el día que José Juan su único hijo le dio la noticia.
Saturday, November 8, 2008
El principio del fín
El se acerca y arrodillándose frente a ella empuñó la daga para retirarla suavemente. La rodeó con sus brazos y tiernamente besó su frente. Lilah sintió contestada su plegaria. La paz de Alá sobrecogió su espíritu y poco a poco, mecida entre sus brazos, se fue quedando dormida. Al despertar se encontró tendida sobre la alfombra, las turbaciones drenadas en la pausa. Se alzó y corriendo la cortina se topó con el camastro vacío. Salió afuera, busco los alrededores y no le halló. Un ápice de desasosiego le corrió las hebras pero, al fin, no se extrañó. Lo había presentido tantas veces. La partida, el momento en que volvería a su aislamiento. Y así, animada por el automatismo de valerse por si misma, se fue reponiendo.
La leche de cabra siempre le asentó mejor. Por alguna razón nunca toleró la leche materna y la vacuna le producía constantes reflujos. Cuando sus suegros le relegaron y ante la negativa de sus padres para acogerla, reclamó a su padre la dote que ofreció por ella su marido.
Una buena cabra debe ser fuerte, de ubres formadas. Si está saludable la vez siempre alerta y es afectiva. No debe tener dientes rotos y al mascar el bolo debe hacerlo con ritmo. Al menos esto le contó su abuelo.
- ¡Hola! – el hombre llama a unos pasos de la casa. Lilah suelta la ubre, se levanta y se acerca mientras se va limpiando las manos con un paño.
- ¿Que desea?
- ¿Es usted Lilah?
- Sí.
- Debemos irnos, pronto. El juez nos espera – el hombre tornándose hacia el camino.
- ¿El juez? ¿Para qué? Yo no he hecho nada.
- ¿Aun desea legitimar su libertad?
- ¿Libertad?
- De su matrimonio. La ha estado solicitando, ¿no?
- ¿Y a donde debo ir?
- ¡Al juez! ¡Ande sígame!
Al llegar al despacho el juez miró a Asner como quien reconoce a un colega. A ella en cambio la miró con una mezcla de lastima y desdén.
- El próximo.
- Honorable. Vengo a nombre de mi representada – alargándole unos documentos.
- ¿Seis años? ¿Y no ha regresado?
- Y me temo que no va a regresar.
Dirigiéndose hacia ella: - ¿Su deseo es quedar en libertad?
- No lo sería si creyera que mi marido vive. Ofrecería los años que me quedan esperando su regreso. Pero hace un tiempo se apagó dentro de mí su llama. No le siento… y es porque ya no está – apagándosele la voz.
- Hmm…- el juez se alarga un viejo libro y va pasando páginas sin decir palabras. Asner y Lilah aguardan con intriga.
- Aquí esta. La Fiscalía vs. Faran Ahmed y Shiimin 1963 – comenzando a leer en voz alta.
“En 1963 Tehvir dejó a su esposa Shiimin y salió en un viaje de negocios. Diez años pasaron sin que se supiera de su paradero. Corrieron los rumores de que el estaba vivo y residiendo en Bagdhis. Su hermano y su primo fueron hasta allá sin que pudieran encontrarlo. Pasado el tiempo Shiimin se casó con un hombre llamado Ahmed en presencia del jefe de la aldea y otros más como testigos. Enteradas las autoridades del lugar ordenaron una investigación imputando a Ahmed cargos de secuestro. El caso fue considerado en la corte principal de Farah donde los acusados rechazaron los cargos alegando que Shiimin no tenía esposo al momento de su casamiento con Ahmed. La corte rechazó el pedido alegando que bajo el Artículo 5 de la Ley de Matrimonios de 1960, Shiimin no tenía derecho a un divorcio. Bajo esta ley ella no podía contraer matrimonio antes de haber esperado noventa y siete años después de la fecha de nacimiento de su desaparecido esposo. Por esto los acusados recibieron tres años de prisión cada uno, el jefe de la aldea tres meses, y los demás testigos a 3,000 afganis cada uno. Los acusados apelaron a la Corte Superior y la corte sentencio a los acusados bajo cargos de secuestro como sigue: Ahmed y Shiimin cinco años de prisión y 39 latigazos; al padre de Shiimin un año de prisión; al jefe de la aldea 4,000 afganis de multa y a los cuatro testigos seis meses de prisión cada uno. ”
El juez levanta la vista mirando a Asner por encima de los lentes.
Asner acercándose al escritorio.
- ¿Noventa y siete años? ¿No le parece que esa ley se ha excedido? Sobrepasa aun nuestra expectativa de vida. Honorable juez sírvase a examinar - le alarga unos documentos. Ley Civil de 1977. Bajo esta ley Shiimin tendría derecho a demandar un divorcio judicial a partir de tres años después de la desaparición de su esposo.
El juez examina los documentos y procede con minucioso recato a intercalarlos entre la sección previamente leída de su viejo libro.
- Hmm… - el juez mirando a Asner con mirada de “siempre aprendo algo contigo”. Supongo que todo este esfuerzo no es solo para lograr libertad. ¿Quién es el interesado? Lilah ruborizada comienza a buscar los ojos de Asner. Este tornándose hacia ella contesta:
- Un soldado… cristiano.
Jamás sintió la burca tan apropiada. Tras de esta pudo esconder el temblor de labios y las gotas de sudor que le comenzaron a brotar de sobre las cejas y el surco bozal.
- ¿No pretenderás que disponga este casamiento? El Islam permite a un hombre tomar una mujer que no sea musulmana solo si es cristiana o judía porque, aunque a pesar de las distorsiones en sus creencias, existe alguna congruencia en las doctrinas. Pero a una mujer musulmana no le es permitido casarse con un hombre que no sea musulmán.
- ¿Por qué?
- Elemental. Siendo que la mujer tiende a exhibir una naturaleza más condescendiente, no sería difícil para un musulmán persuadir a su mujer, cristiana o judía, de que se abstuviera de comer carne de cerdo o de consumir alcohol o de vestirse indecorosamente. Viéndolo del otro lado, una mujer musulmana pondría en riesgo su religión porque su marido cristiano o judío podría pedirle que compartiera con él en alguna fiesta donde se sirva licor o carne de cerdo, además hasta podría pedirle que no se abstuviera de saludar con un apretón de manos o hasta con un beso a sus amistades masculinas, como ellos suelen hacerlo. O quizá se le ocurra, por presumir de la belleza de su mujer, pedirle que se vistiera un poco menos recatada, y en todas estas cosas sabemos que hay disolución.
- Aquí; verso 2.228 “Y las mujeres tienen derechos similares a los que los hombres tienen sobre ellas para que se ejerzan de forma justa.” – Asner otra vez acercándose al juez con nuevas referencias.
- Querido Asner… Esto solo aplica a cuestiones de conducta, modales, decoro. Los hombres tienen que conducirse de igual forma que las mujeres en estos asuntos. Con respecto al matrimonio, sabes que la interpretación aplicable añade “…de acuerdo a las costumbres aceptadas.”.
Dicho esto sacó unas formas de la gaveta del escritorio y comenzó a llenarlas como un medico anota una prescripción. Asner se limitó a mirarle como quién mira un cofre lleno de reliquias. En su mente resonando las palabras “las costumbres aceptadas”.
- Aquí está. En este caso no puedo hacer más. ¡Próximo!!!
- ¡Felicitaciones! – Asner a Lilah mientras salían del lugar.
- Pero y…
- No estaba tan optimista; al menos, ya eres una mujer libre.
Durante el camino de regreso no intercambiaron muchas palabras. Asner conducía a toda prisa y Lilah, que hubiese deseado hacerle mil preguntas, se limitó a observar las imágenes pasar por la ventana a velocidad.
- Dile que las hierbas silvestres florecen en Afganistán – dirigiéndose a Asner al bajar del auto a la orilla del camino.
La leche de cabra siempre le asentó mejor. Por alguna razón nunca toleró la leche materna y la vacuna le producía constantes reflujos. Cuando sus suegros le relegaron y ante la negativa de sus padres para acogerla, reclamó a su padre la dote que ofreció por ella su marido.
Una buena cabra debe ser fuerte, de ubres formadas. Si está saludable la vez siempre alerta y es afectiva. No debe tener dientes rotos y al mascar el bolo debe hacerlo con ritmo. Al menos esto le contó su abuelo.
- ¡Hola! – el hombre llama a unos pasos de la casa. Lilah suelta la ubre, se levanta y se acerca mientras se va limpiando las manos con un paño.
- ¿Que desea?
- ¿Es usted Lilah?
- Sí.
- Debemos irnos, pronto. El juez nos espera – el hombre tornándose hacia el camino.
- ¿El juez? ¿Para qué? Yo no he hecho nada.
- ¿Aun desea legitimar su libertad?
- ¿Libertad?
- De su matrimonio. La ha estado solicitando, ¿no?
- ¿Y a donde debo ir?
- ¡Al juez! ¡Ande sígame!
Al llegar al despacho el juez miró a Asner como quien reconoce a un colega. A ella en cambio la miró con una mezcla de lastima y desdén.
- El próximo.
- Honorable. Vengo a nombre de mi representada – alargándole unos documentos.
- ¿Seis años? ¿Y no ha regresado?
- Y me temo que no va a regresar.
Dirigiéndose hacia ella: - ¿Su deseo es quedar en libertad?
- No lo sería si creyera que mi marido vive. Ofrecería los años que me quedan esperando su regreso. Pero hace un tiempo se apagó dentro de mí su llama. No le siento… y es porque ya no está – apagándosele la voz.
- Hmm…- el juez se alarga un viejo libro y va pasando páginas sin decir palabras. Asner y Lilah aguardan con intriga.
- Aquí esta. La Fiscalía vs. Faran Ahmed y Shiimin 1963 – comenzando a leer en voz alta.
“En 1963 Tehvir dejó a su esposa Shiimin y salió en un viaje de negocios. Diez años pasaron sin que se supiera de su paradero. Corrieron los rumores de que el estaba vivo y residiendo en Bagdhis. Su hermano y su primo fueron hasta allá sin que pudieran encontrarlo. Pasado el tiempo Shiimin se casó con un hombre llamado Ahmed en presencia del jefe de la aldea y otros más como testigos. Enteradas las autoridades del lugar ordenaron una investigación imputando a Ahmed cargos de secuestro. El caso fue considerado en la corte principal de Farah donde los acusados rechazaron los cargos alegando que Shiimin no tenía esposo al momento de su casamiento con Ahmed. La corte rechazó el pedido alegando que bajo el Artículo 5 de la Ley de Matrimonios de 1960, Shiimin no tenía derecho a un divorcio. Bajo esta ley ella no podía contraer matrimonio antes de haber esperado noventa y siete años después de la fecha de nacimiento de su desaparecido esposo. Por esto los acusados recibieron tres años de prisión cada uno, el jefe de la aldea tres meses, y los demás testigos a 3,000 afganis cada uno. Los acusados apelaron a la Corte Superior y la corte sentencio a los acusados bajo cargos de secuestro como sigue: Ahmed y Shiimin cinco años de prisión y 39 latigazos; al padre de Shiimin un año de prisión; al jefe de la aldea 4,000 afganis de multa y a los cuatro testigos seis meses de prisión cada uno. ”
El juez levanta la vista mirando a Asner por encima de los lentes.
Asner acercándose al escritorio.
- ¿Noventa y siete años? ¿No le parece que esa ley se ha excedido? Sobrepasa aun nuestra expectativa de vida. Honorable juez sírvase a examinar - le alarga unos documentos. Ley Civil de 1977. Bajo esta ley Shiimin tendría derecho a demandar un divorcio judicial a partir de tres años después de la desaparición de su esposo.
El juez examina los documentos y procede con minucioso recato a intercalarlos entre la sección previamente leída de su viejo libro.
- Hmm… - el juez mirando a Asner con mirada de “siempre aprendo algo contigo”. Supongo que todo este esfuerzo no es solo para lograr libertad. ¿Quién es el interesado? Lilah ruborizada comienza a buscar los ojos de Asner. Este tornándose hacia ella contesta:
- Un soldado… cristiano.
Jamás sintió la burca tan apropiada. Tras de esta pudo esconder el temblor de labios y las gotas de sudor que le comenzaron a brotar de sobre las cejas y el surco bozal.
- ¿No pretenderás que disponga este casamiento? El Islam permite a un hombre tomar una mujer que no sea musulmana solo si es cristiana o judía porque, aunque a pesar de las distorsiones en sus creencias, existe alguna congruencia en las doctrinas. Pero a una mujer musulmana no le es permitido casarse con un hombre que no sea musulmán.
- ¿Por qué?
- Elemental. Siendo que la mujer tiende a exhibir una naturaleza más condescendiente, no sería difícil para un musulmán persuadir a su mujer, cristiana o judía, de que se abstuviera de comer carne de cerdo o de consumir alcohol o de vestirse indecorosamente. Viéndolo del otro lado, una mujer musulmana pondría en riesgo su religión porque su marido cristiano o judío podría pedirle que compartiera con él en alguna fiesta donde se sirva licor o carne de cerdo, además hasta podría pedirle que no se abstuviera de saludar con un apretón de manos o hasta con un beso a sus amistades masculinas, como ellos suelen hacerlo. O quizá se le ocurra, por presumir de la belleza de su mujer, pedirle que se vistiera un poco menos recatada, y en todas estas cosas sabemos que hay disolución.
- Aquí; verso 2.228 “Y las mujeres tienen derechos similares a los que los hombres tienen sobre ellas para que se ejerzan de forma justa.” – Asner otra vez acercándose al juez con nuevas referencias.
- Querido Asner… Esto solo aplica a cuestiones de conducta, modales, decoro. Los hombres tienen que conducirse de igual forma que las mujeres en estos asuntos. Con respecto al matrimonio, sabes que la interpretación aplicable añade “…de acuerdo a las costumbres aceptadas.”.
Dicho esto sacó unas formas de la gaveta del escritorio y comenzó a llenarlas como un medico anota una prescripción. Asner se limitó a mirarle como quién mira un cofre lleno de reliquias. En su mente resonando las palabras “las costumbres aceptadas”.
- Aquí está. En este caso no puedo hacer más. ¡Próximo!!!
- ¡Felicitaciones! – Asner a Lilah mientras salían del lugar.
- Pero y…
- No estaba tan optimista; al menos, ya eres una mujer libre.
Durante el camino de regreso no intercambiaron muchas palabras. Asner conducía a toda prisa y Lilah, que hubiese deseado hacerle mil preguntas, se limitó a observar las imágenes pasar por la ventana a velocidad.
- Dile que las hierbas silvestres florecen en Afganistán – dirigiéndose a Asner al bajar del auto a la orilla del camino.
Thursday, November 6, 2008
Wednesday, November 5, 2008
Tuesday, November 4, 2008
Baja otra acusación de los federales contra Anibal...
Según los federales esta vez están acusando al gobernador por violación,por comerle el cul@$* a Fortuño ji ji ji....
Monday, November 3, 2008
Saturday, November 1, 2008
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